Las Respuestas de Scientology
por L. Ronald Hubbard

Escrito como artículo acompañante a “La Filosofía Triunfa Después de 2,000 Años”,
el artículo, “Las Respuestas de Scientology”, del Sr. Hubbard de 1966 presenta un panorama de la libertad bastante superior a lo que los filósofos de antaño se imaginaron que fuera posible.

El Hombre se ha hecho muchísimas preguntas acerca de sí mismo.

Preguntas como: “¿Quién soy?”. “¿De dónde vengo?”. “¿Qué es la muerte?”. “¿Existe un más allá?”.

Cualquier niño se hace estas preguntas, sin embargo, el Hombre nunca ha tenido respuestas que le satisficieran durante mucho tiempo.

Las religiones tienen diversas respuestas a esas preguntas, y estas, de hecho, pertenecen al campo de la filosofía religiosa, ya que esta es el área del conocimiento humano que ha tratado de responderlas”.

Las religiones tienen diversas respuestas a esas preguntas, y estas, de hecho, pertenecen al campo de la filosofía religiosa, ya que esta es el área del conocimiento humano que ha tratado de responderlas.

Las respuestas han variado a lo largo de los tiempos y de una raza a otra, y esta variación por sí sola es el escollo que introduce incredulidad respecto a las religiones. Las antiguas religiones se desvanecen porque la gente ya no considera que sus respuestas a las preguntas planteadas arriba sean reales.

El declive del cristianismo está marcado por la moderna actitud cínica acerca de un infierno en el que uno arde durante una eternidad y un cielo en el que uno toca el arpa para siempre.

Las ciencias materialistas han procurado invalidar todo este campo pasando por alto el problema con respuestas igualmente imposibles de que la persona es simplemente carne y de que toda la vida surgió de una combustión espontánea y accidental en un mar de amoniaco. Tales “respuestas” suenan más a la India prebudista, donde se decía que el mundo descansaba sobre siete columnas que se sostenían sobre siete columnas que se sostenían sobre una tortuga y, exasperados ante la pregunta del niño respecto a sobre qué descansaba la tortuga, decían: “¡Sobre barro! ¡Y de ahí para abajo sólo hay barro!”.

La naturaleza de la verdad es tal que si uno la conoce, se comprenden todavía más cosas. La enfermedad y decadencia de Asia tienden a invalidar sus conceptos como verdaderos, y en el Occidente, la guerra, donde los soldados veían “Gott Mit Uns” (Dios está con nosotros) escrito en la hebilla de los cinturones de los enemigos muertos, tendía a poner fin a la dominación de las iglesias de aquellos tiempos, pues Dios no podía estar en ambos lados de semejante obra del demonio, o así razonaban los soldados.

Incluso el gran mandamiento de Cristo de “Ama a tu prójimo” parece tener menos fuerza hoy en un mundo de impuestos sobre la renta, inflación y poblaciones civiles masacradas en nombre de la paz.

Así que, sin condenar ni despreciar en modo alguno ninguna de las creencias del hombre, Scientology surgió de las cenizas de una ciencia carente de espíritu, y volvió a plantear —y respondió— las eternas preguntas.

Que las respuestas poseen la fuerza de la verdad, lo atestiguan los resultados. En lugar de la enfermedad de la religiosa India, los scientologists raramente están enfermos. En lugar de guerras internas, como las revueltas de Alejandría, los scientologists viven en relativa armonía unos con otros y tienen destrezas con las que restablecer rápidamente las relaciones.