L. RONALD HUBBARD | PERFIL BIOGRÁFICO

Expedición Cinematográfica al Caribe

 

Una aproximación al volcán de Martinica, Mount Pelée.
Poco tiempo después de comenzar el semestre de primavera en 1932, apareció este anuncio de L. Ronald Hubbard en los tablones de varias universidades norteamericanas:

“Se buscan jóvenes inquietos con ansias viajeras para una Expedición Cinematográfica al Caribe. El costo por solicitante es de 250 dólares que deberán pagarse en el muelle de Baltimore antes de zarpar. Deben ser sanos, de confianza, ingeniosos, imaginativos y aventureros”.

A los que contestaron, se les informó de que esta expedición al Caribe se haría a bordo de una goleta de cuatro mástiles sin motor (de hecho, era una de las últimas goletas de ese tipo que existían). Más aún, la aventura conllevaría la filmación de guaridas de piratas para películas cinematográficas. Entre otras escalas previstas estaban las islas de Bermuda, Martinica, St. Thomas, St. Croix, Jamaica y Puerto Rico. También de interés para la expedición, estaba lo que Ronald describió como “datos relativos al territorio y habitantes de estas pequeñas islas civilizadas”, así como fotografías desde el borde de cráteres volcánicos activos.

Es cierto que era un plan atrevido. El mismo Sr. Hubbard describió la expedición como audaz, y habló de una docena de detalles problemáticos y acontecimientos desafortunados. Por ejemplo, las primeras leguas fueron difíciles, con vientos que desgarraban las velas al salir de la bahía de Chesapeake, y graves filtraciones en los depósitos de agua. Igualmente, a lo largo del viaje el severo Capitán Garfield resultó distar mucho de ser el “capitán valiente” que se esperaba, y fue necesario que LRH ayudara tanto al timón como en las cartas de navegación.

También está la historia del ascenso del Sr. Hubbard al llameante cráter del monte Pelée en Martinica, para obtener una toma fotográfica muy inusual. Como él dijo en 1935 durante una transmisión de radio:

“Grandes peñascos que pesaban muchas toneladas empezaron a rodar ladera abajo, incandescentes y retumbantes. Era necesario esquivarlos, y hacerlo con rapidez para evitar ser chafado. Perdí la cuenta de las veces en que por poco me dieron... Pero salí ileso, y tenía el aspecto y me sentía como si hubiera atravesado el infierno”.

Sin embargo, a pesar de su llegada final a Puerto Rico, con costes inesperados de traslado, cuotas portuarias y unas velas hechas trizas, la expedición no fue del todo un fracaso. Por ejemplo, el New York Times adquirió las fotografías del monte Pelée, y las muestras de coral del estrecho de Vieques las adquirió finalmente el Museo Nacional. Mientras que incluso cincuenta años después, los que navegaron con L. Ronald Hubbard en 1932, aún hablan de la gran aventura que ese viaje representó en su juventud.